sábado, 13 de octubre de 2007

CULTO AL SEÑOR

CULTO AL SEÑOR DE PACHACAMILLA, ¿UN DIOS AFRICANO?

El estudioso Fernando Romero hace notar que la interpretación de la imagen no se puede abstraer de las supervivencias de las religiones africanas. Ntu, por ejemplo, no sólo es fuerza universal, sino también es ser supremo. El concepto metafísico occidental del Dios católico no ayudó al negro converso a que precisara mejor aquella idea difusa sobre qué es lo que constituye la naturaleza del Ente por sí mismo divino. Dentro de la iconolatría en que cayó, la imagen que representaba al que parecía ser el Sobre Todos de los dioses blancos era para él la de Jesús en el Calvario, y esto no ocurrió solamente con los bantúes, a quienes me estoy refiriendo: también en el sincretismo yoruba-católico fue Cristo quien representó a Obatalá.

María Rostworowski, por su parte lo relaciona con la divinidad llamada Pachacamac "aquel que mueve al mundo" y que es por esencia patrón de los temblores. En sus investigaciones ve que en las raíces de la devoción al Señor de los Milagros, hay una base y origen indígena, un vehículo negro y su adopción posterior por el elemento criollo. Es en estos principios, que encontraremos luego -señala Rostworowski -, la formación de la simbología de la composición racial del Perú, fundida en una devoción como síntesis homogénea de encontrar una identidad nacional. La piedad popular ante el Señor de los Milagros está manifiesta en el acto voluntario a su devoción.

Lo que surgió en un terreno privado luego tomó carta de ciudadanía entre los fieles, mereciendo reconocimientos populares y oficiales. Si bien el P. Manuel Marzal, SJ. reconoce por un lado la función protectora contra los temblores del dios de Pachacamac, afirma que cuando se reza al Señor de los Milagros, no se piensa en el dios Pachacamac, sino que, se piensa en Jesús, hijo de Dios, muerto en la Cruz por el hombre.
Todas las grandes devociones populares, afirma Marzal, como las del Señor de Huamán en Trujillo, el Señor de la Soledad en Huaraz, el Señor de Burgos en Huánuco, el Señor de Luren en Ica, el Señor de los Temblores en el Cusco, tienen un carácter interétnico y así van a constituirse en el símbolo del Perú mestizo que nace, a pesar de la división de dos repúblicas (india y española) y que se mantuvo durante todo el virreinato.

CULTO AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

El culto al Señor de los Milagros viene de un sencillo galpón y ganó importancia y relieve. Tienen hoy dentro del catolicismo popular, no sólo vigencia, sino actualidad. Todos están de acuerdo en señalar que no hay devoción más compenetrada con nuestros usos y costumbres que la del Señor de Pachacamilla. El Señor de los Milagros es símbolo - imagen. Es la proyección y recepción de deseos y necesidades. Es fuente de anuncio y acepta promesas. Con Él se comparte el dolor y la pasión histórica del Perú. Es el símbolo del Perú. Originalmente fue invocado para defender Lima y sus contornos de temblores. Hoy es invocado contra carestías y cualesquiera otras calamidades. Humildemente se le suplica alejarnos de todos los males del alma.

Su imagen está presente al interior del país, como en distritos de Lima, en todos ellos hay devotos y testigos por favores recibidos. Tienen sus propias hermandades que vestidos con el tradicional hábito morado, sacan su réplica en procesión por las calles del barrio. Peruanos residentes en Argentina, Chile, Ecuador, España, Estados Unidos, México, Panamá, entre otros países, han formado hermandades y en santa procesión, recorren zonas céntricas de aquellas ciudades. En Estados Unidos se registran varias hermandades, destacándose la de Nueva York con cerca de treinta años de establecida, tiene sietes cuadrillas y cuenta con veinte sahumadoras.
Es el color de la Cuaresma y del Adviento, épocas de preparación y penitencia de la Iglesia. Simboliza por otro lado, la austeridad, la penitencia y el sufrimiento. En el caso del Perú, mencionar el color morado, es automáticamente hablar del mes de octubre y puntualmente del Señor de los Milagros. Se acepta como origen del color morado, la versión transmitida en 1709 por el P. Fray Blas Duares, confesor de la Madre Antonia Lucía del Espíritu Santo, fundadora del Instituto Nazareno, quien le confió, "que estando una noche en oración, vio que el Señor vestido con su túnica morada llegaba a ella y le cortaba las trenzas de los cabellos y le ponía una túnica morada... al mismo tiempo le decía: «Mi madre ha dado su traje de pureza para hábito de otras almas, y yo te doy a ti mi traje y hábito con que anduve en el mundo. Estima mucho este favor, que a nadie he dado mi santa túnica». Volviendo en sí la sierva de Dios, se vio vestida de Nazarena".







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